EL 2020 DE CRUZANDO EL CHARCO| ENTREVISTA A FRANCISCO LAGO

Desde el primer momento que un argentino pisa las Islas Malvinas es inevitable no sentirse extranjero y visitante. El sello en el pasaporte ni bien aterrizas, el idioma o las banderas británicas son los primeros indicios de un alejamiento con nuestra cultura.
Pero a medida que nos fuimos interiorizando en la vida de las islas fuimos conociendo todos los detalles que marcan una gran diferencia entre las costumbres isleñas con las del continente. Está más que claro que es una cultura británica, pero que está adaptada en una comunidad muy cerrada de algo más de 3000 habitantes.
La primer diferencia que notamos fue en la ruta camino a Puerto Argentino. Allí sentimos uno de los sustos más grandes de nuestras vidas al ver que el auto que venía de frente venía vacío y en nuestro mismo carril. Lo primero que hicimos con mi papá fue alertarnos y agarrarnos al asiento, pero después nos dimos cuenta que realizamos una terrible ingenuidad. Es que en las islas, los autos se manejan al igual que en Gran Bretaña. Los volantes se encuentran del lado derecho y van por el carril izquierdo. Nos costó algunos días adaptarnos a esta diferencia con el continente y a no intentar subirnos al asiento del conductor.
Los vehículos en las islas son en su mayoría 4×4 por la dificultad de sus caminos. Muchos son de tosca y si bien en Puerto Argentino todas las calles están asfaltadas, tienen muchísimas subidas y bajadas peligrosas que requieren de este tipo de tracciones. Además suelen mejorarlos en cuanto a sus suspensiones y ruedas para no dañarlos en los montes de Malvinas. Predominan las Land Rover que son vehículos de fabricación británica muy pintorescos.
El manejo que tienen en las islas es digno de admirar e imitar. En todas las esquinas hay carteles de «stop» que representan a un «pare» y no a un «baje la velocidad» o un «miro para los costados y sigo» como pasa en gran parte del continente. Por más que no vengan autos de los costados, frenan y esperan unos segundos para luego retomar con su camino. Por lo que investigamos, esto no lo hacen solo por la educación, sino también por los altos costos de reparación que tienen los vehículos en caso de que se rompan. Recordemos que la mayoría de los productos vienen de Gran Bretaña, por lo que además del costo tardan algunas semanas en llegar.
Antes del viaje pensamos que quizás por ser una isla y tener poco contacto con sus vecinos iban a tener ciertas falencias respecto al abastecimiento de los alimentos y otros productos. Pero estábamos muy equivocados.
Visitamos el supermercado para conocer los productos que se venden y llegamos a la conclusión de que tienen todo lo que necesitan para satisfacer sus necesidades alimenticias y mucho más. Gran variedad en alimentos, cantidad inimaginable de bebidas, mariscos desconocidos y algunos enlatados de productos exóticos fueron de las cosas que más nos llamaron la atención. Lo único que no tienen son frutas y verduras frescas. Son reemplazadas por vegetales y frutas congelados en bolsa de alta calidad.
Practicamente el 95% de las cosas provienen del Reino Unido, salvo algunos enlatados de otros países europeos y escasos productos de Chile. De Argentina solo vimos un vino «Santa Julia».
Vivir en la Isla es muy costoso. Por lo que tardan los productos en llegar desde el viejo continente, suelen tener un valor extra. Por ejemplo comer en el restaurante más barato una hamburguesa con queso costaba £6 ($600), o una lata de gaseosa £1,20 ($120). Sin embargo, hay que tener en cuenta que el sueldo mínimo es de algo así como £1200 ($120.000) por lo que hacer estos tipos de gastos es insignificantes para ellos.
Muchos isleños se reían cuando a las 5 de la tarde pedíamos un café con leche con medialunas. Supusimos que el error estaba en nuestro inglés al decir «cookie» o «croazán», pero es que a esa hora ya estaban planeando la cena. Predominan las comidas altas en grasas y a todo le ponen bacon y salsas. Se nos hizo difícil encontrar ensaladas o pastas.Una diferencia con nuestra localidad, es que no existen verdulerias, carnicerías, pescaderías o kioskos
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Las casas de las islas son de estilo inglés con techos de chapa a dos aguas y generalmente de madera. Haciendo un pequeño esfuerzo nos sentimos por momentos como en casa porque era como caminar frente a los 7 chalets o la casa verde de la costanera de Claromecó.
Una particularidad de las casas es que para ingresar a las casas se hace mediante un jardín de invierno o cerramiento, que en algunas casas de Claromecó existe, para evitar que el frío ingrese a las casas.
En Claromecó se utiliza el gas envasado para cocinar y para calentar el agua del baño. En cambio, la mayoría tienen un tanque de plástico en el frente de las casas cargado con kerosene que lo utilizan para esas cosas.
No faltan los amplios jardines que en muchos casos tienen invernaderos para proveerse de las frutas y hortalizas frescas. Muchos de los jardines de Puerto Argentino me recordaban a los de Dunamar, con cercos de madera o de ligustrina, con pastos súper verdes y frondozos pinos o cipreses.
Por lo que estuvimos viendo, los isleños tienen una cultura del trabajo muy fuerte. Se levantan muy temprano y cuando finalizan sus jornadas suelen vincularse a actividades relacionadas a la política, el deporte o el voluntariado. Por ejemplo, quien nos revisó la valija en el aeropuerto, es un destacado político y a su vez tiene un programa en la radio. Algo así nos pasa en Claromecó, donde muchos vecinos participan en comisiones del club de fútbol, en las actividades religiosas y culturales o en la asociación de fomento.
Pero no crean que son como nosotros que somos demostrativos y nos gritamos en la calle. Pudimos darnos cuenta que solo se suelen reunir en los bares a tomar una cerveza.
Los comercios cierran muy temprano. La última noche nos encontramos con que teníamos muchas Libras Malvinenses, que tienen el mismo valor que las Libras Esterlinas pero que solo pueden ser utilizadas en las islas. Quisimos ir a cambiarlas en los locales y comprar regalos, pero a las 20:30 ya estaba todo cerrado.
Creo que no quedan dudas que tienen una organización y cultura de primer mundo. Pero si naciera mil veces, siempre eligiría vivir en Claromecó.
Nuestro viaje a las Islas Malvinas debió ser suspendido por el Coronavirus. Con más de 97 casos confirmados en nuestro país y más de 235 mil en todo el mundo, la enfermedad y el cierre de fronteras y la suspensión de vuelos en diferentes países.
Nuestro viaje a las Islas Malvinas debió ser suspendido por el Coronavirus. Con más de 97 casos confirmados en nuestro país y más de 235 mil en todo el mundo, la enfermedad y el cierre de fronteras y la suspensión de vuelos en diferentes países.
El fin del viaje, que estaba programado para el día sábado 21 de marzo, con un vuelo a la ciudad de Río Gallegos, fue acelerado. Existía la posibilidad de que el mismo sea suspendido y quedarnos varados por 20 días en las Islas Malvinas. No teníamos otra opción.
Los vuelos a las islas se realizan de manera mensual y, por esta razón, debimos emprender la vuelta el día miércoles 18 de marzo. Con un primer vuelo a la provincia de Córdoba y otro hacia Buenos Aires, regresamos a Capital con mucha trsiteza pero con la certeza de volver algún día.
En las Islas todavía no hay casos de Coronavirus, pero ya se han implementado grandes medidas con el fin de evitar su propagación, como el cierre de museos, escuelas y el fin de la temporada de turismo.
El segundo día en las Islas fue inolvidable, emocionante e histórico. En primer lugar visitamos el faro. Ubicado en el cabo Pembroke (Cabo San Felipe), es el lugar más al este de las Islas Malvinas y desde ambos lados se puede ver el mar.
El faro es más chico que el de Claromecó porque la ubicación y la altura no requiere que sea tan grande para ser visto. Desde el 2 de abril de 1982 este faro no funciona. Aquel día, desde este lugar su cuidador dió aviso a la gente de las Islas que las tropas argentinas estaban llegando.
Hoy solo es una pieza de museo que es visitado por su arquitectura y por su entorno paradisíaco que hipnotiza. Mañana voy a volver porque me quedé con las ganas de estar un rato solo sin el guía. Quizás es porque me recuerda al faro de Claromecó con la tranquilidad y los colores que lo caracterizan.
Las playas que lo rodean son maravillosas, con una arena blanca que lamentablemente no pudimos pisar porque es un territorio lleno de minas puestas por soldados argentinos que buscaban impedir la llegada de barcos británicos a estas zonas. Hoy, después de 38 años, siguen trabajando para poder sacar todas las minas y que la gente pueda disfrutar de estos lugares sin peligro alguno.
Por último, visitamos los campos de batalla de la guerra de 1982, lugar que nos dejó sin palabras y que pronto van a poder conocer. Ya de a poco vamos encontrando el paralelismo que tanto buscábamos. Conversamos con muchas personas de las Islas y de manera muy amable nos contaron cómo es la vida aquí y la visión que tienen en relación a muchísimos temas.